TU SEXO
Si Dios fuese algo más que un concepto
se hubiera enamorado al moldear tu sexo,
tu sexo con fragancia de múltiples jardines
y el sabor inefable de todos los manjares.
Afortunadamente, Dios no existe,
y así tu sexo, libre de los divinos lazos,
deriva hacia mis ansias de centauro
en busca del proscenio voluptuoso
donde danza mi lengua desbocada.
Cáliz de amor es tu sexo
en mis labios de amante depravado,
ánfora de néctar donde bebe
y se embriaga mi vida litigante,
garito donde apuesto decidido
los restos viriles de mi falo,
demonio de la guarda, pedigüeño,
anhelante y voraz como un incendio;
tu sexo que enajena mi cerebro
y la sangre azarosa de mis venas.
Tu sexo sensitivo y suave, vecino
de tu estrecho canal complementario,
cataclismo de mares interiores,
continente por mí recuperado,
embarcación sobre la cual navego
sin querer atracar en otros puertos.
Tu sexo tierno y coqueto, rebelde
y desafiante como cualquier anarquista,
pasadizo secreto donde atizo
la incesante fogata de mis besos.
Ateo y creyente al mismo tiempo,
dueño y señor de soles y planetas,
fundidor del metal como Vulcano,
innegable fundador del universo.
Sin Dios y sin ley va por el mundo
como un errante bajo tus bragas de seda,
como ecuación enigmática resuelta
por el genio de antiguos matemáticos.
Déjalo llegar hasta mí para adorarlo
en el altar mayor de tu pubis atezado,
para estudiarle sus puntos cardinales,
su línea ecuatorial, su zona tórrida,
saciarme en sus fuentes escondidas
y hundirle mi puñal como un bandido.