Quedarme también del lado de la muralla
Que no me corresponda:
La ira de una barrendera
Piadosa y traicionada hasta la médula,
Con las ojeras marcando las jornadas
Casi tan a fuego como los reproches.
Presenciar in vivo la obra magna
Que no me evoque de testigo:
Lozana risa que provoca
La mirada inquisitiva y somnolienta
De un niño de trigueños cabellos,
Tirando con tedio los dedos de su madre.
Auscultar la fortuna ajenísima
Que sí me suscite el favor y la corazonada:
Aquel feliz viejo futuro que tira de la soga
Por donde baja la pesada carga
Que hace que sean hombros
Los hombros del joven hombre de hoy.