Rosa del campo, corazón que ha explotado,
tu esqueleto verde y punzante te alza prematura,
todavía roja, todavía húmeda, todavía palpitando,
todavía llena de vida te elevas reinante sobre la llanura.
Tu antiguo caparazón se deshace en tierra a tus pies,
te da la vida con su muerte cada mañana,
con su fecunda sangre sacia tu hambre y tu ser.
¡Ay, rosa egoísta! Quién te pudiera sentir en el pecho clavada.