“Los sueños son pequeñas muertes,
tramoyas, anticipos, simulacros de muerte;
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas,
olvidamos cuanto antes lo soñado.”
MARIO BENEDETTI
El artesano de los versos despertó de un largo sueño,
es decir que despertó de su silencio
y al despertar tomó la tinta de sus venas;
de su orgullo y su autoestima se hizo dueño,
y al sumar sus alegrías les restó también sus penas.
El artesano de los versos fue obligado a romper su silencio,
el silencio curativo de sus versos,
el silencio que él se impuso malherido,
ese que es reconfortante pero adverso.
El artesano de los versos despertó sin anhelarlo,
sin querer ser un recuerdo en el museo,
sin buscar ser un remedo del retorno…
¡quiso ahogarse entre las aguas del Leteo!
Pero jamás se liberó de los recuerdos,
Mnemosina lo salvó con sus papeles,
con su sangre, con su tinta, con sus hieles;
fue su diosa, fue su reina, le hizo un templo.
El artesano de los versos se dispuso a ser sincero,
se dispuso a desechar vanos tesoros;
se decidió a no conservar viejos desechos
y desechó de otras batallas sus pertrechos.
Con la memoria recurrente y traicionera
recordó lo que esa diosa le imponía
y fingió ser victorioso en su agonía,
aunque tan sólo era una nieve en primavera.
El despertar de su silencio en sobresalto
lo regresó hasta esa parcela abandonada
y comprobó que ahí seguía petrificada
aquella musa y sus estrofas…
antes de rosas, hoy de basalto.
Por un momento el artesano le quiso devolver la vida
esa que él mismo le quitó con su silencio
y quiso darle una razón definitiva
y quiso hacerla otra vez, por un momento…
señora y dama de su pluma y pensamiento.
Y comprobó que ahí quedó su largo sueño,
y comprobó de nueva cuenta lo imposible
que por soñar sueños prohibidos en invierno
se convirtió tan sólo en alguien predecible.
Y vio a la musa, esta vez sólo a sus ojos
y le sonrió tan levemente ¡y fue tan breve!
que ella no se percató de los abrojos
que le dejaba esa sonrisa…
fría, blanca, muerta, de nieve.
Para el final de aquel encuentro
tan efímero y sumario,
dejó a un arcángel, cancerbero y entrenado,
era el mejor para un final nunca acordado;
era el guardián que impediría otro reencuentro;
era ese ángel que pasaba silencioso
aunque el recuerdo aun así se mantuviera
tan moribundo, desahuciado y tan borroso…
El artesano de los versos regresó hasta su morada
y desde arriba contempló sobresaltado:
que aunque ella ahora trasplantada
hasta el terreno del olvido y de la nada
y aunque de un modo inexplicable,
sin planearlo, sin soñarlo, sin pensarlo
seguía siendo de esa musa,
el gran sustento
y el motor
que daba impulso
a sus dos
alas.
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Código de registro: 1604277326178 Fecha de registro: 27-abr-2016 2:45 UTC