El día aquel en el que nació la luna
el cielo dormitaba, estaba oscuro,
las meigas recitaban un conjuro,
ni un simple rasguño de luz. Y un muro
ciego, se postraba ante su cuna.
Y fue así que comenzaba a aparecer
una bebé sonriente, tan bonita,
de pronto, tan oronda, tan chiquita
para enseguida hacerse alargadita
y entre susurros volver a decrecer.
Nadie a celebrar fue su alumbramiento
ni siquiera el sol fue, su contrincante,
cierto es que estaba ausente en ese instante
y nadie le avisó que una tunante
le iba a desvalijar su lucimiento.
Mas me comentan e, ignoro si es verdad,
que surgieron bailando unas doncellas,
por azar convertidas en estrellas,
resplandecientes, lindas y tan bellas,
que brindaron a la luna su amistad.
Y así nació, cuando las uvas pintan,
sin ruido hacer, casi de tapadillo,
en ese paritorio tan sencillo.
Desde entonces los poetas sacan brillo
y en sus versos la fintan y repintan.
©donaciano bueno