Escalé las montañas del orgullo
y bajé a los cuarteles del invierno.
Me bañé por los lagos de los justos
y miré por los tajos del infierno.
Disfruté los placeres de este mundo
y en lagunas de miel bañé mi cuerpo.
Desprecié las cenizas del averno
y bebí con deleite de los zumos:
del saber, del poder y del dinero.
Me otorgué los caprichos de los goces
y subí por las barbas de los dioses,
pero al tiempo observé mi decadencia
cual figura de barro a la intemperie
que un soplido de aire, la disuelve.
¡Oh Dios mío! ¿Qué estúpida soberbia
encriptó mi cerebro de zoquete?
¿Cómo estuve tan lleno? ¡Tan ausente!
sin ver que sólo soy la simple letra,
letra gris de tu sueño omnipotente.
Si el perdón es posible en esta gesta,
¡por favor! te lo pide este insolente,
que desea encontrarse, tu clemencia.
Cecilio Navarro 26/09/2015
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