En la soledad, honda y clamorosa,
una luz brota de mi cuerpo,
una marea amarilla que se desploma
sobre esta casa que existe,
que sueña al borde del abismo.
La luz llega a todos tus rastros:
al cabello enredado en mi silencio,
a las heridas teñidas de púrpura
que tus ebrias manos dibujaron
en alguna parte de mi cuerpo.
Luminoso, cuando la ventana
se ve más abierta, cuando
el vaso se ve más vacío, cuando
tu cuerpo se ve más desnudo
más lejano de las heridas.