Yo escribo mis poemas a voleo,
como el labriego esparce su semilla
sin mirar si dentro cae o en la orilla,
como lo haría alguien que sea ciego.
Cual líquido que de un vaso rezuma,
el corazón derrama lo que siente,
el regacho que acoge a la corriente
o desprecio aquello que me abruma.
Tocando, curioso el niño, el acordeón
desconociendo qué es y por qué toca,
la baba que le cae de la boca,
la pelota que resuena en el frontón.
Las olas que arrastrando van la arena
en la playa mirando a los granitos,
los ecos que formando van los gritos
y que luego al final mueren de pena.
Lo que es bien cierto es que escribo mas no sé
por qué ni para qué y qué es lo que escribo,
quizás saber preciso que estoy vivo
y que hay alguien que me lee y que me ve.
Quizás es que una noria en mi cerebro
no para sin cesar de darme vueltas,
las ideas me ignoran y revueltas
van parcas al señuelo algún requiebro.
Desconozco, no sé, no me pregunten
quién soy yo, cómo o por qué razón nací,
pues si aun dudo de que ahora estoy aquí
respondan quienes saben o barrunten.
©donaciano bueno.