El atardecer ya expira entre las sombras
entre los gritos ocultos en los callejones
en lo imprevisible de las encrucijadas
en la humedad de las manos nerviosas
en esos labios acoplados
de eterno naufragio.
La noche y sus aromas
a poluciones malsanas
a esa brisa cálida de los motores
mezclada con perfumes baratos
a húmedas bocanadas de sótanos
inundados de incógnitas.
Un gato enervado, contra el filo de la esquina
me mira, seguro, como si me conociera
dejándome pasar, sabedor de mi destino
en esa calle ganada por las sombras.
Ya la noche plena
agobia de tinta luz
mis ojos cansados
he sido nuevamente derrotado
por este tiempo de cadencia
de luces y sombras
de olores escondidos
rugidos del tráfico
y esta pesada soledad
que se respira
en los ojos de los demás.