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Sólo deseaba oler una flor al despertar,
abrir la ventana y sentir el aire
en las pupilas azules de sus ojos.
Era feliz, percibiendo la ternura luminosa
del amanecer,
deshojando tiernamente los pétalos
de la margarita de su alma.
Sólo deseaba susurrarle una nana al viento,
y sentir el placer de volar a su lado;
de acariciar las hortensias
y enredarse en las espinas de las zarzas
del verano.
Era feliz cuando abría el balcón de su corazón
al mundo exterior que la rodeaba,
impregnándose de su jugo vivificante,
porque sólo deseaba vivir.
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