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Arriba el viento
maltrataba la silueta de las nubes
gigantescas;
atropellos fascinantes, enloquecidos
de abundantes revolcones en la fría
inmensidad del universo.
De un lado a otro,
en el espacio irreal de la razón,
la tempestad terrible del ocaso
dañaba seriamente la imagen serena
de la nítida sensación de aquel instante.
Lluvia, nieve, viento y tinieblas,
¡la salvaje furia desatada!,
en el momento exacto del sosiego
del silencio.
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