¿Adónde van las almas que aman?
Van al oscuro fondo, al limbo danzante,
Adonde yazgo; adonde no llaman
Las mil lenguas de tu amor distante.
¿Qué estoy plañendo desde tu partida?
Cual sórdida melodía, repito compungido:
Dejaste en mí tan honda, lastimera herida,
Que mi voz se asemeja a un triste mugido.
¿Quién soy yo, entonces, para desafiarte?
Pues no soy otro que un negro danto,
Con el pecho en sangre de tanto amarte
Y azul y moho... mi ajado manto.
¿Cómo competiré, amor, contigo?
Si eres águila; dango de blancas plumas.
Como víctima y victimario, jugamos a herirnos
Teniendo que ser yo el cadáver que inhumas.
¿Por qué así morir, por qué caer en trance?
Si siempre fui fiel a mi amor platónico...
¡Tan sólo fallé la estocada del dance
Cuando nos sumí en silencio atónito!
¿Cuándo volverán, como sol, tus palabras?
Alumbrarían insomnes mi infierno dantesco.
Pues tu falta, tu ausencia; esta soledad macabra
Es mucho, mucho más, del castigo que merezco.
¿Será que tú no amas, que tu corazón no late?
¡Jamás responder así a mi buen dandismo!
Con tu danchado escudo que arrebate
Me empujaste a estos desdichados abismos.
¿Podré vivir así, en destierro cruel?
Danao ayudará a cargar mi aguacero
¿Seré de los que tratan de llenar el tonel
Sin tapar jamás sus profundos agujeros?
¿Serás tú mi danaide, amor eterno?
¿Seré yo capaz de cumplir la oda?
¡Ah, no! ¿qué va? Si, tú infierno,
Sí, eso sí, ¡pero nunca boda!