Josefina 46

ROSAS NEGRAS

Gris era la tarde y fría

de un nueve de febrero,

ante la máquina escribía

de un libro el capítulo postrero.

 

Libro en el que puse mi alma

retrocediendo en el tiempo,

plasmando una historia durísima

de amor, dolor y sufrimiento.

 

Mis dedos tecleaban con premura,

mi única meta terminarlo cuanto antes

y mostrarlo al hombre, esposo y amante

antes de que la maldita enfermedad

me lo arrebatara en un instante.

 

De pronto un escalofrío

recorrió cada poro de mi cuerpo

presintiendo de lo malo lo peor

y corrí a su lecho con horror.

 

Le llamé repetidas veces

desesperada y afligida,

pero su cuerpo yacía inerte

sin dar señales de vida.

 

Sentí el dolor de mi corazón

que crujía y lloraba en silencio

y por dentro sangraba y teñía

rosas de color negro.

 

¡Días secos, estériles, vanos

los que pasamos juntos luchando!,

aquella noche sin luna ni estrellas

la muerte nos había visitado.

 

Vencieron en mi alma

las sombras a la luz del alba,

los suspiros sustituyeron las palabras

mientras rodaban por mis mejillas

lágrimas amargas.

 

La enfermedad implacable

con su saña nos había visitado,

primero se llevó sus recuerdos

y no conforme, se lo llevó consigo.

 

Y en el silencio del día de después

no sentía, temía a la noche negra

que me arrastraba al abismo

y me regalaba rosas negras.

 

Hoy con aquel libro entre las manos

repaso cada una de sus letras,

la historia de dos enamorados

que la parca fiera dejó incompleta.

 

Y recordando aquellas horas

siento que la pena me desborda

... y voy yendo por el camino

sin la áurea de mi aurora.

 

Fina