Ayer pensaba en que volvieras a mi mente
como desde hace rato no lo hacías,
no como siempre, no como te imagino.
Es mejor que vuelvas por tu cuenta,
sin vueltas, sin suplicas, tan solo por la corajuda
verdad que no te deja respirar en un te extraño.
Y nada más.
Hoy espero que vuelvas a cantar en la sorpresa de tu llegada
mientras el silencio me traga en el silbido de las hojas.
Pero no llegas. Y las ruinas tétricas de las bancas
se vuelven sombras, que hasta el frío compadece.
Pero no vengas tras la lástima que te invade,
ven sincera, sencilla, sin cumplir.
Pero no vengas, si el alma no te llama,
o si la casa es muda y monótona.
No pasará nada, en las lecturas de las tardes
porque ya no hay nada más insípido que leer en las tardes
y no acompañarte, nada más insípido que seguir las hojas
arremolinarse por el camino.
No pasará nada, nada más allá de la iglesia
donde celebran una boda.
Pero no vengas; a menos que quieras leer
tras la incertidumbre de los invitados.