Tú, que eras hombre sincero
De donde crece la palma,
Nos diste versos primero,
Antes de elevar tu alma.
Del Egipto y de Nigricia,
Y de Persia y Xenophonte,
Rechazaste las caricias,
Por aire fresco del monte.
Con los pobres de la tierra,
Quisiste tu suerte echar,
Y viniste sobre el mar,
A morir a nuestra tierra.
¡Volviste, cual quien no existe
Al lago mudo y helado:
Clavaste tu quilla triste:
Posaste el remo callado!
Tu verso, como puñal
Por el puño echaba flor:
¡Tu verso es un surtidor,
Que da un agua de coral!
Te llevaste de este mundo
Como una memoria grata,
De aquél, tu padre profundo,
Su cabellera de plata.
Para Aragón, en España,
Tuviste en tu corazón
Un lugar, todo Aragón,
Franco, fiero, fiel, sin saña.
Bajo la sombra de un ala,
Contaste aquel cuento en flor:
De una niña en Guatemala,
Quien se muriera de amor.
La bailarina española
Te prendó al anochecer,
Cuando la fuera a ver,
Tu alma, trémula y sola.
Tuviste un paje muy fiel,
Que te cuidaba y gruñía,
Y que al salir, te bruñía,
Tu corona de laurel.
Bajaste en lo oscuro, al temido,
Raudal de la catarata:
¡Y brilló el iris tendido
sobre las hojas de plata!
Estuviste en baile extraño
De polaina y casaquín
Que dieron, del año al fin,
Los cazadores del año.
No quisiste en lo oscuro
Morir como un traidor:
¡Eras bueno, y como bueno;
Moríste de cara al sol!
Sólo pediste al morir,
sin Patria pero sin amo,
Tener en tu losa un ramo
De flores,-¡Y una bandera!
Tú, que al paso de la cruz,
A morir te decidiste,
Saliste a hacer el bien, y volviste
Como de un rayo de luz.
Ante la matrona fuerte,
Tus valientes habaneros,
Se quitaron los sombreros
A la boca de la muerte.
Despreciaste los festejos del rey, por ley,
Que al hermano fusilaba,
Mientras la hermana cantaba
Ante la imagen del rey.
Aun siendo un niño: temblaste
De pasión por los que gimen:
¡Y ante aquel muerto juraste
Lavar con tu vida el crimen!
Dijiste a tu hijo viril:
\"Vamos los dos: si yo muero,
Me besas: si tú...¡Prefiero
Verte muerto a verte vil!\"
En el negro callejón
Donde en tinieblas paseaste,
Alzaste la vista, y viste
La iglesia, erguida, a un rincón.
Captaste, un pesar profundo
Entre las penas sin nombre
Y dijiste:\" ¡La esclavitud de los hombres
Es la gran pena del mundo!\"
Ante enemigo puñal
Que quiso herir tu riñón
Dijiste: \"¡Tengo mis versos que son,
Mas duros que tu puñal!\"
De la carne nos contaste: \"se puede
Hacer una flor: se puede
Con el poder del cariño,
Hacer un cielo, - ¡Y un niño!\"
Erguiste el pecho a mujer
Dijiste: \"sé lo herirás;
¡Mas grande debiera ser
Para que lo hirieses más!\"
Del cruel tirano, dijiste,
\"Di todo, ¡di más!; y clava,
Con furia de mano esclava
Sobre su oprobio al tirano\"
Cultivaste rosas blancas
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que te dio su mano franca.
Y a aquel cruel que te arrancaba
Tu corazón que vibraba,
Cardos ni orugas le dabas
Rosas blancas le brindabas.
A aquella señora hermosa dijiste:
\"mucho te diera
Por desenredar el nudo
De tu roja cabellera
Sobre tu cuello desnudo:
Muy despacio la esparciera
Hilo por hilo la abriera\"
Decir tu verso se oyó:
\"¡Versos, nos hablan de un Dios
A donde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos;
O nos salvamos los dos!\"
Y el buen Dios, que te enviara,
Contra las almas mezquinas,
¡Tus palabras... como espada,
Nos dejó... Como doctrina!