En la espesa bruma,
alarmante marejada, creciente oleada,
disuelve tus puños de agua, relaja
deja, que no hizo nada.
No esparzas tu polvo de ira
sobre las crestas de las olas,
ellas están calmadas.
Tampoco te lleves el odio
hacia las profundidades,
que el frío aquel
despertará tu furia acumulada.
Sosiega, aquieta, quita la amenaza,
espera el alba y cambiará tu saña,
mira por sobre los hombros
el brillo del sol pujante
y te compensará la paz.
Acompaña con vapores de colores
este bello amanecer, caricias,
lenguas de calidez, incandescencia.
Te atrapa la vehemencia, ¿tú la aborreces?
Vividas cuantas veces esta calma
liviandad después de la irritación,
ahora esperas la alborada,
quieto como el anciano sabio, relajado,
entregado como después del apareamiento.
Ahora ya todo es complacencia,
ahora ya cambió tu mirada,
ahora tu puño se abrió a las caricias.
Empecemos bien nuestra nueva jornada