Yo aquí hago un homenaje a aquellos hombres
que son piedra y son fuente y son retablo,
gentes que, yo sé muy bien de lo que hablo,
el bien vienen a hacer, no pongo nombres.
A aquellos que te ofrecen un abrazo
y saben cómo a tu alma sacar brillo,
tan dulces como carne de membrillo,
te sientes como un niño en su regazo.
A ese hombre que trabaja, ese hombre bueno
que vive, que disfruta y que padece
y en la lucha que sufre allí él se crece
cual lo hiciera Jesús el Nazareno.
Que aunque sea, como todos, pecador
la honradez se arrebuja en su alma noble,
tan fuerte en sus principios como el roble
que exento es de malicia y de rencor.
En él yo hoy deposito mi esperanza
y lanzo mi plegaria hacia el futuro
mis dudas las convierto en un conjuro
y deposito mi fe y mi confianza.
©donaciano bueno.