En la gran ciudad todo era como lo decía mamà,
autos hermosos, el de papà era el mas bello de todos.
La tìa Alfonsina al conocerme, lo primero que dijo fue
-linda la niña, Octavio, mañana sin falta la inscribes en el colegio,
hay que educarla, y enseñarle buenos modales.
Papà me guiña un ojo, y tomados de la mano recorremos
la gran casa con jardín y árboles frutales, recordè a mi hermana
Esperanza ,corriendo juntas en el campo, y trepando los àrboles.
Sentí por primera vez, que el amor duele en la distancia.
Esa noche no lograba conciliar el sueño, mi propia habitación
me asustaba en la oscuridad, el gran escaparate, el espejo,
y una gran muñeca sentada en la esquina de la habitación,
decide llamarla Melisa, como me llamaban a mi, y así fue
como cada noche conversaba con ella, hasta quedarme dormida.
Papà, cada mañana al levantarse, a la voz de mando de mi tía Alfonsina,
acudía presuroso y escuchaba la orden del día, un sin fin de tareas,
que realizar en casa y fuera de ella también, entre todas llevarme
al colegio y recogerme, vigilar que cumpliera mis labores escolares,
y luego pasearme en el parque. Mientras la tía, se dedicaba a sus cosas,
todos los días asistìa a reuniones benèficas con sus amigas, y al regresar,
ella daba instrucciones a mi padre, con el fin de que los fondos reunidos
llegaràn a su destino, realizando un sin fin de obras sociales.
Un dìa papà me dice en voz baja, vamos a salir a visitar a tu hermana,
pero a tu tía Alfonsina no le diràs nada.
Dìa lleno de inmensa alegrìa al ver a mi mamà y a Esperanza,
mi hermana asombrada, veìa mi vestido y mis zapatillas blancas,
exclamando, -¡ que bonito Melisa!, y le dije que le traerìa uno,
y salimos corriendo a jugar, mientras mamà un poco triste observaba.
y la vida continua...