(Las manos de mi esposa)
Dos palomas sobrevuelan presurosas
un océano de grafemas dibujados;
incansables, suaves, bellas, blancas rosas,
se deslizan suavemente en tres teclados.
Dos palomas por las tardes, diligentes
compaginan el cansancio y la enseñanza;
ellas son tus compañeras confidentes,
te acompañan mientras duerme la esperanza.
Son tan blancas, tan pequeñas, tan sutiles,
que semejan dos estrellas matutinas;
me parecen dos figuras de marfiles
que contienen rosas blancas sin espinas.
¿Cuántos meses pasarán, cuántos abriles,
hasta que el fin también las mire vespertinas…?