Ya las montañas no ríen
ni los valles cantan
entre los ríos de lava
de un gris samán.
Entre sus ramas,
las hojas enmagrecieron;
el viento no lo toca
y es su tronco lecho
De un infernal invierno.
Su alma,
su alma agria de vivir
pule de hiel los rastros
de un manantial de loto…
Nevadas, por el recuerdo
borroneado en la neblina
de un triste y gélido samán.
En sus raíces corren los grillos
que enjaulan mi alma.
A sus pies, retumba el eco
de un eterno y fiero amar herido…