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La tarde traía corrientes de agua,
que enfangaban la sequedad
del polvoriento camino.
Las nubes descargaban en el fondo
sombrío de aquel valle,
empapando generosamente la tierra
sedienta y desganada.
A lo lejos, en lo alto de la poderosa
montaña,
dos milanos se acicalan las plumas
parsimoniosamente,
mojadas por el agua torrencial
de aquel instante.
Ahora, agua, penumbra y soledad
se funden en un fraternal encuentro,
en una amistad sin tiempo,
sin límites, sin nostalgias,
en los espacios naturales de la vida.
Mientras, la lluvia, revoltosa, caprichosa,
no dejará de caer sobre la tierra,
penetrando en sus cimientos más profundos,
llegando a las raíces más distantes.
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