Sentado en un pequeño jardín elaborado por Rosa,
Octavio pensaba que serìa de su vida, viviendo en la ciudad,
obedeciendo el ùltimo deseo de su santa madre,
quien le llamo y le dijo: - \"has de cuidar de tu hermana, y ella de ti\"
convirtìendose ambos en dos seres solitarios, dedicando su vida,
a labores sociales, para ayudar a todo aquel, que lo pudiera necesitar,
mas de una vez pensò, ingresar a la orden de una fè religiosa.
Su vida dío un giro al conocer a Rosa, y enamorarse de ella,
sin embargo jamàs fue capaz de enfrentar a su hermana,
dejando escapar asì, la oportunidad de vivir en familia con su adorada Rosa,
y sus dos hijas, quienes se criaban separadas, ya que Alfonsina, (su hermana)
al saber de la existencia de las morochas, decidiò aceptar a solo una de ellas.
Rosa le saca de sus pensamientos, al traerle una taza de tè bien caliente,
y a la vez le comenta, - que ràpido pasò el tiempo, ya las niñas cumplìran
15 años, Esperanza solo quiere ir a la ciudad a estudiar, espero que hables
con tu hermana, a ver si es posible que le cubran los gastos de estudios,
Melisa fue quien le enseño a escribir y a leer, mientras pasaban sus vacaciones
en la casa del pueblo, yo me preguntaba, hasta cuando tu y yo,
vivirìamos la ausencia, al no poder compartir nuestro mundo de amor.
El olor a tierra mojada, y un ligero rocío, anuncio un gran aguacero,
que de inmediato cayo, mientras las niñas llegaban corriendo y riendo.
Esperanza dice: - papà, mamà, Melisa y yo hemos hablado,
Melisa interrumpe: - papà he decidido hablar con mi tía Alfonsina,
para que ayuden a mi hermana, ella quiere estudiar en la ciudad.
Rosa contesta: ya hable con su padre respecto a eso, ahora
a cambiarse o pescaràn un resfriado.
Octavio en silencio, incapaz de pronunciar una sola palabra,
entra en el rancho y observa a las niñas sentadas en la mesa,
mientras Melisa le contaba a su hermana, que su tìa preparaba un gran
banquete, a celebrar en la gran casa de la ciudad, y por lo que parece
se debe a la celebración de sus 15 años, de inmediato al ver su padre
le dice: - padre querido, has de hablar con la tìa,
para que Esperanza y yo apaguemos las velas del gran pastel.
y la vida continua...