Se fue.
Olvido por completo el clamor de nuestros momentos,
el emblema circunspecto de nuestras almas unidas,
mi corazón abarrotado de inexistente tristeza.
Se fue.
Volteada por las vicisitudes del tiempo,
las peripecias de lo ajeno,
los tropiezos propios de los sueños.
Se fue.
Corroída por los recuerdos sin anestesia
impregnados en la memoria imperecedera,
volátil, suya.
Se fue.
Sin destino conocido,
con parajes evidentes, fantasmales,
que sucumbieron los hartos años de artilugio.
Se fue.
No volverá.
Abandonó su lugar.
Desmenuzó en hebras la iridiscencia de nuestra pasión.
Regurgitó, voraz, el último grito de su adiós.