Érase una vez que se era, una princesita tan chiquitita que de decirse pequeñita
las manitas se le quedaron de pajarito, a un mismo tiempo diminutito sus pieseses pescaditos.
Todo en ella era del mismo tamañito y acababa de tan chiquitín
por su pronunciación de a sí misma volver a comenzarse chiquitina sin fin.
Por corazón una miguita de pan, y a la respiración era lo mismito que a sorbito el gorrión.
Cualquiera que la notaba un instante apreciaba…
¿ Existía dicha dicha? ¿ O ha sido la chispa fugaz de la alegría radiante?.
Dormía a la orilla del hipo, sobre el pulso de ese aire repentrino, al ring ring del sueñecito que la hiciera volver
al despertar campanilla de un santo bebé trenecito.
Vivía a saltitos, dentro del Reino de Calendario.
En el botoncito de los días que hay secretito
entre el tanto cuanto bonito y el cuanto te quiero Tito.
Solamante hizo una excepción entre tanta disminución
la de la abrapalabra mayúscula que a diario enviaba al destinamario de su corazón.
Cariño aumentado a escondidas de lo abreviado
juega que te juega con la ilusión en su casa del árbol niño.
Esa era la razón su nhombre propio de lo escr-ito, por la que siempre ponía dicha enamorada
tal que colorín colorada terminación.