Nos encontramos por primera vez un día de esos donde todo va mal, de esos que no quieres que se repitan, cuando todo está al revés y el caos se apodera de toda tu vida. El encuentro no fue nada importante, él solo se cruzó en mi camino y yo no le di importancia, estaba demasiado ensimismada en el caos de mi vida. Pero él me miró fijamente, como si me conociera, como si supiera algo de mí que yo desconocía.
Fue hasta un poco desconcertante ese instante, sentí que su mirada penetraba hasta lo más profundo de mí, es que el tiene una de esas miradas que leen, que cuando te miran saben exactamente que te sucede. Pero era como si también me hablara sin decir nada, como si me dijera que todo iba a estar bien. Seguí mi camino agaché mi cara y continué, como si no lo noté, como si él nunca se hubiese cruzado en mi camino.
Como si fuera posible olvidar cosas que son únicas como ese encuentro de nuestras miradas, ese lenguaje que se forma entre dos personas que va más allá de las palabras y te toca el alma sin decir absolutamente nada. Así fue, su mirada me trastornó y me cautivó a la vez ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo podía hacerme sentir tantas cosas a la vez con solo mirarme? Es que su mirada me provocó tranquilidad e inquietud a la vez.
Al cabo de unos meses cuando dejé de pensar en aquel instante que parecía más una simple casualidad que cualquier otra cosa, él apareció de nuevo, esta vez fue diferente, esta vez sabría quién era. Sencillo, cálido, irradiaba una especie de paz y de tranquilidad que no sabía como sentirme al respecto, provocaba una especie de ganas inmensas de estar con él por horas aunque no dijera nada, era como si el solo hecho de respirar calmara el caos que llevaba dentro.
Nos presentó un amigo en común, nos encontraríamos un par de veces más sin mayor importancia, sin buscar absolutamente nada el uno del otro. Pero para mí él era inevitable, sonreía y me cautivaba, hablaba y yo quería escucharlo, su voz era como una especie de melodía que calmaba todas mis inquietudes, mis tormentas se apaciguaban al sonar de su voz y yo podía sentirme en paz con mi interior. ¿Quién rayos era este hombre que causaba todas estás cosas en mí?