Quienquiera les diría que sois en
verdad distintos. Pero no, en estricta
llaga; distintamente iguales sois:
nacidos de una misma madre, todos
iguales y distintos, como el cielo
y la tierra, distintos de las formas,
de sepulcros, iguales en el polvo
y, en los huesos mortales indelebles.
Sois el reflejo de la misma sombra,
bajo el mismo solsticio del invierno
de nuestra vida. Al que llamamos frío,
la copia exacta del original,
un mismo clavo, una distinta cruz.
Tales somos nosotros al espejo.
Quienquiera nos diría que no somos
ni de nosotros mismos y el camino
es otro. Mas yo digo que los pasos
de la vida son vías de igualdad
y listas para andar. Y lo distinto
está en la brújula al menguante del
pensamiento que cae sobre nuestro
seso mortal, en lúgrubes reveses...
Línea sobre línea el camino...
vanidad color piel. Y vanidad...
¿Miras las avecillas que de tiempos
se nos van? ¿Oyes tú, la melodía
entre la última cuerda? Yo también,
¡sí! puedo oírla, somos tan iguales...
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David John Morales Arriola.