¡Se marchó en angustia,
en soledad extrema
por la calle de la amargura!
¡Alud… que aludiste a las almas
sin piedad con tu manto frío!
Frío de muerte, de humedad,
de un deslave marchito,
que sucumbió al caudal
de la noche oscura,
entre llantos de dolor
y despedida triste
y de dolor y muerte.
Con sus voces caídas,
con su gemidos guardados,
yacen hoy en ataúd, mural
que separa a la vida de la
irreversible tumba.
¡Yo también lloro hermanos!
¡Lloro al escuchar su lamento!
Hijos de la misma Madre Patria,
hoy les tocó verter lágrimas y sangre.
Déjenme enjugarlas,
con un pañuelo de amor.
AlfonsinaELK