Me deleitaba con el último espacio de la noche
mientras amanecía.
Entonces buscaba miradas, sabor a párpados.
Era una larga espera,
porque en la noche yo cantaba a los árboles,
a las lucecitas,
a las flores de súbito nacidas.
Y solía hundirme en melodías y humo
para buscar el amor.
En cambio te encontré a tí,
que eres amado.
Ahora soy quien recibe caricias que en su brevedad
fugan hacia la nada;
el que corre con su angosto perro
hacia los pasillos oscuros de soles.
Algunas pocas abejas libadoras
me empujan
entre sueños azarosos.
Pero a mi alrededor, perversamente,
el tiempo agoniza.
G.C.
Direc.
Nac. del Derecho de autor