Seis angelitos y San Francisco
bendicen a mis poemas.
Ingenuo demasiado ahora
para creer que sea así,
porque de mí,
no me canso de reír y de burlar.
Seis angelitos y San Francisco
contemplan a mis trabajos.
Tolo demasiado ahora,
para quien ninguna fe profesa,
porque mi cabeza,
no oye mi corazón.
Seis angelitos y San Francisco,
en el alto de la estante,
miran a todo instante lo que escribo,
y lamentan las cosas que digo,
se santiguan y rezan mucho,
pues se parecen conmigo…