El carro de la diosa del caos y la pugna
paró su guarnición en la puerta de mis sueños.
Sus alas desplegaron un viaje de locura,
en ascenso implacable entre rayos y truenos,
a la diva montaña.
Zozobra al descubrir las malvadas deidades
jugando con figuras barrosas y animadas.
Figuras tan humanas en todos sus detalles
que impresiona el dolor que les veo en sus caras.
Una fiesta macabra.
Tenientes del maligno jugando con humanos,
recreo caprichoso y cruel, donde disfrutan
rompiéndoles sus órganos vitales, pies y manos,
puro entretenimiento para una juerga burda
servida con crueldad, y saña.
Minerva, convertida en leona salvaje,
reparte por Asiria sus zarpazos de muerte;
destroza las ciudades pretendiendo saciarse
con víctimas menudas y sangre de inocentes
que caen en sus garras.
Y niños naufragando en una playa lejana.
Y Fobos, peregrina. La Meca su destino.
Escoge el mes del Higga para su vil proyecto
y espera con paciencia que llegue su momento
de provocar el pánico incontrolado y frío,
y con él, la avalancha.
Y grito. Grito horrorizado.
Sintiendo la congoja, la tortura y el daño.
¡Grité! Grité con tanta fuerza, que la garganta
trocó en dolor el sueño. Un sueño desgarrado,
real, desapacible, que termina con baño
de sudor y de lágrimas.
Cecilio Navarro 06/10/2015
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