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Con su sublime apariencia,
destrozaba las sonrisas perturbadoras
de los alrededores.
Era ella, inquisidora de sueños,
domadora de apariencias,
cuando la noche regresa.
Se subía a la atalaya
para sentirse más fuerte;
pero moría al instante
cegada por el dardo tenebroso
de la sempiterna noche.
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