Era una tarde cualquiera, como de costumbre Esperanza,
tomaba un tè en la terraza, y observaba a las chicas,
hablando y riendo, seguramente hablaban de novios, por otra
parte, los chicos jugaban ajedrez, y claramente se veìa
el invernadero, a travès de sus paredes translùcidas,
la tìa Alfonsina, Rosa y Octavio, trabajaban en el cultivo de las flores.
Tocan a la puerta, ha llegado aquel caballero que siempre
habìa estado enamorado de ella, se saludan con un beso en la mejilla,
y se abrazan en silencio, sin pronunciar palabras.
Esperanza se aparta de èl y le dice: -espera un momento ya vuelvo,
sube a su habitación, abre el armario y escoge el vestido mas bello,
en eso entra Melisa, y cambian ambas una sonrisa, y esta le dice:
ya es hora hermana, no tengas prisa, toma tu tiempo, cuando salgas
de aquí con èl, solo vive ese momento y no pienses en mañana.
Melisa, mientras le arregla el cabello a su hermana, se le escapa un suspiro,
y Esperanza le dice: -y tu que me cuentas, ùltimamente te las pasas suspirando,
Melisa responde: - muy pronto le conoceràs, se que a todos les agradarà.
Y asì esa tarde, Esperanza y Julìan se olvidaròn del mundo, para vivir
el mas hermoso romance, cuantos planes hicieron, de una vida juntos,
pero el destino le quito, en un fatal accidente, el amor de su vida.
El tiempo pasò, y Melisa nuevamente se casò. Sus hijos estudiaron,
algunos se casaròn, otros por el contrario, viven sus vidas independientes,
y comparten sus secretos con la tìa Esperanza, que al igual que la tìa Alfonsina,
soltera se ha quedado, y su vida ha dedicado a su circulo familiar.
Ahora cuida y disfruta el mas hermoso invernadero de la ciudad,
entre charlas interminables, con su querido papà,
observan a la tìa Alfonsina y a Rosa, discuten por cualquier cosa,
y luego juntas rìen las gracias de los nietos.
Cada domingo de reuniòn familiar, se puede apreciar en aquella casa,
el àrbol geneàlogico mas bello de la ciudad.
y la vida continua...