Tu silencio tiene
blanduras de pétalos
mojados por el roce
de tu blanca piel,
tus caricias son melodías
en mis sentimientos
maduros, albergados
en mi noble corazón.
En un sueño ya presente
te veo sumisa y cobijada,
bajo las alas sangrientas
de un mayestático flamenco.
En el trinar de un ruiseñor
se divide el día en dos
con el filo de su canto,
mas tú permaneces allí
donde el horizonte se desgarra
entre cielos y cardales.
El secreto de tu belleza
está ceñido y latente
en el centro de una roja rosa
la que en mi sueño, no alcanzo,
se esfuma en un mañana
allá en lontananza,
con el sonido de un cencerro
agitando los dedos melódicos,
mientras el sol desangra
entre soledades y silencios
en apacible lozanía de un ocaso.
Ven a mí... bella amada,
que mi sueño en porfía...
como agua cristalina
de mis manos desvanece.