Como piel de los cementerios,
Irrefutable huella vacía.
Derramando ibas, sin alegría,
Sombras a la luz del olivo.
Despertando del sueño, yo, altivo,
Desgarraba tu mirada y su misterio.
Cual opaca botella aplastada
En la lejanía, se silencia
Demostrando la insufrible carencia
De la hierba sin su rocío,
Del calor suprarrenal al impávido frío...
El corazón que gotea la estocada.
Sin los brazos, pero con anhelo.
Derrocando los peones del juego
Se extiende por la alfombra el fuego
¿Qué habrá de condenarte al exilio?
Obligado a desandar aquel idilio:
Furtivo, en las madrugadas, corría tu velo.
Yazgo, como quien sueña sin ganas.
¡Vayan palomas, a volar a otros páramos!
Pero si esas teclas del piano, tal vez, tocáramos
Desdeñando el fatídico, mortal hechizo.
Caías a mis manos, como luna de granizo,
Esbozando mil plumas con tus promesas vanas.