Sentí el calor de tus muslos,
apretarme las mejillas,
mientras mis labios probaban
en tus edenes delicias.
Tu perfume y tu sabor,
como una flor se me abrían,
y en sus pétalos mi boca
se saciaba de caricias;
tus pies suaves en mi espalda,
entornadas tus pupilas;
en mis cabellos tus manos,
muy fuerte se contraían.
Al llegar a tus estambres,
que el amor humedecía,
de mieles del paraíso,
con estrellas encendidas;
no se cansaban mis besos
de beber de tu ambrosía;
al rumor de tus suspiros,
y a la luz de tu sonrisa…
De pronto tu cuerpo estalla,
me aprietas más y me miras,
porque llegamos al cielo,
por escaleras divinas…
Ese minuto sublime,
con su belleza infinita,
alumbra todas mis noches,
perfuma todos mis días;
y su sabor en mi boca
lo llevaré mientras viva…