Me acerqué al mar para pisar su orilla
por temor de la fuerza que contiene;
y me di cuenta que con el sol brilla,
y cuando no hay sol su brillo se detiene.
Como un grano de arena soy en su presencia,
y menos que una gota en su reinado,
por ello en la orilla estoy parado,
pues ir mas allá sería demencia.
Sin embargo su amistad no me la obstruye,
y deja mi actuar a mi albedrío,
mas debo recordar que el mar no es río,
donde bebe el ciervo mientras fluye.
A la orilla del mar estoy parado,
disfrutando del ocaso ¡embelezado!
Autor:Bernardo Arzate