A Sara A., con amor y devoción
Cuando poso mis labios en tu frente
y soplo para apartar a un lado
los mechones de cabello rebeldes,
veo volar a mi alrededor sueños como dientes de león
arremolinándose en dúctiles nubes de algodón.
¡Oh, hermoso prodigio de la imaginación!
Cuando cojo tu mano entre las mías
y me la llevo al pecho
–allí donde habita mi secreto–,
el vello se me eriza
como musgo imantado por las yemas de tus dedos,
dedos de Dios.
Cuando bailas para mí,
desnuda y espumosa como Afrodita en su concha nacarada,
y mueves las caderas al vaivén de las olas
–mágico influjo de la luna en las mareas–,
el universo se rige por tus leyes
–más físicas que la Física–,
la tierra tiembla bajo tus pies
y el árbol de la vida se cimbrea para ofrecerme su copa,
vencida por el peso de sus frutos en sazón.
Cuando leo lo que hay escrito en esta hoja y luego te miro,
ya no me parece tan bello y fino, y pienso al hilo:
Aún he de escribir mejores versos que éstos;
pues el mejor poema lo escribiré sobre tu piel, con docta grafía;
mi lengua será la pluma;
mi saliva, la tinta;
con mis dedos recorreré las páginas de tu anatomía,
una a una, sin prisa;
y el amor pondrá la firma.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.