Poetas de repente
Son de repente, se abalanzan
por sobre las tristezas de este mundo,
comen, ríen, sueñan, hacen pactos
con quien quiera soñar o beber vino,
se dejan atrapar por las doncellas
que luego en un altar han de llorarlos,
pues nunca llegarán, ya no llegaron
ni al propio sucumbir, pues resistieron,
son libres del amor, no tienen prisa
ni secta en la que andar copiando claves,
la puerta que se abrió cuando nacieron
no tenía ni umbral ni sabes si entra o sale.
Y van a batallar en oficinas,
en campos de labor, en factorías,
salen en botes viejos con sus redes
a los mares del tiempo y la memoria,
regresan con sargazos en el pelo
y con un pez que brilla bajo el pecho,
se tienden en las gradas de un estadio,
en el césped de un jardín, en una escuela,
en las lóbregas prisiones de sus miedos,
en el desnudo abrazo de las rocas de los montes.
Extienden un rumor como de lava,
de vida, de vaivén, de sólido naufragio,
rescatan a los reos de sí mismos
y alivian el dolor del que jamás tuvieron cura propia.
Tan de repente son, que ya se marchan,
se llevan una flor entre los labios,
las paletadas tristes de un amigo
y el cielo del color de las manzanas que se caen,
regresan de una vez si alguien los nombra
o si alguien, que ni supo que existían,
recoge de una cruz gotas de sangre
o pone en el balcón claveles nuevos,
entonces, de repente, se dan cuenta
de que fueron poetas, de que han sido
poetas todo el tiempo, aunque ninguno,
ni ellos, han oído las palabras de sus sueños.
De repente marcharán por las aceras
de todo el porvenir, de tu ciudad, de nuestra patria,
su piel será su voz y el que dispare,
creyéndolos matar, les dará luz para que siempre,
siempre, siempre, siempre
permanezcan de repente entre nosotros.
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