Prevaleciendo a las horas
de no verte está mi corazón
cada noche más sombrío.
A su lado están todas las esperanzas
abandonándole, ciegas a su encuentro.
Hay una solitaria luna siendo su espejo.
El único objeto que me ha dejado tu
abandono para compartir entre nosotros.
Es mi corazón una cosa vagamente triste.
Y es la noche otro mar más vasto,
sin márgenes ni costas, donde cabe el mar
y todas mis inútiles melancolías
y las traicionadas formas de los sueños
ahora inalcanzables y cada cautela del jardín
y todas las ventanas que no darán con mi
felicidad que es tu clara presencia.
No hay rutas de este otro negro mar
que mi corazón pueda seguir para que
nuestras manos se junten.
Te haz perdido entre tantos ayeres que recrudecen
las sombras del olvido. Ese último polvo de las cosas.