Quién ha viajado
por las orillas de la muerte
y asomado, al vértigo del amor
mira tierno, al borde del camino
como se abre una flor.
El imponente recuerdo
aparecido sin aviso
está frente a él
la fragilidad, de esos pétalos
y la fragancia casi olvidada.
Apenas tocándola
abandona la flor
con gotas brillantes
que no dejó el rocío.
Entonces, el caminante se aleja
con su carga, de muerte
amor y desesperación.