No me des paraíso, dame desierto.
Quiero huir del legado suprasensible
de Sócrates y el cogito cartesiano.
Acariciar el extremo más terrible
de la locura y el dionisísmo humano.
¡Como aborrezco el acato del rebaño!
Seres pusilánimes que reposan en la tuda
del mito, absorbentes a todo engaño,
inválidos a la gracia de la duda.
Me encuentro una vez y me pierdo mil veces
en las piedras calcinadas del delirio.
Como la liviana tarde que perece.
Como muere sobre las aguas el lirio.
Soy un pensador enfermo y solitario
que rumea inmerso en un cono de sombras.
Vil obsesión de un amor imaginario
que solo se suaviza cuando me nombras.
No me des paraíso, dame desierto.