Siempre fui de las musas al teatro
un ingenuo cazando musarañas,
buscando siempre a dios en las montañas,
intentando aprender qué es tres por cuatro,
por qué tejen sus telas las arañas.
No creo en dios y aún menos en los dioses,
y que exista un ser superior no creo,
a mi alma aunque me dicen no la veo,
deduzco que el decir sólo son poses
más propias de un objeto de deseo.
Que una puerta es la palabra clave,
esa puerta que se abre a una sonrisa.
La puerta que has de abrir, no tiene llave,
es frágil, delicadamente suave
y se accede a su umbral entre la brisa.
Pues yo sólo presumo de hombre bueno
fiel defensor de leyes sacrosantas,
en el arte de amar, un pagafantas*,
que rayo quiso ser y quedó en trueno
y , errante, murióse en las gargantas.
©donaciano bueno