Me sorprendieron las ganas de callar para siempre;
ésta boca ya no pide más perdón.
Quiero tumbarme en mi cama; reír para adentro,
dedicarme a la inanición hasta que
la muerte me sorprenda silbando
despreocupado.
Se acerca ruidosa “la moralista”, arrastrando
su obscuro pasado con ganas de ofender;
esta vez no. Mirada fija
en la bombilla del techo, brazos
entrelazados y largos silbidos
como respuesta.