Y por mas que tarde en darme cuenta de la realidad de mi situación la fortuna no alcanzo a librarme de mi mala suerte.
Las noches eternas pronto no lo fueron mas, el sueño se volvió escaso, y las sombras de la noche me aconsejaban, el silencio se volvió turbio, el aire espeso, los latidos de mi corazón eran perceptibles al oído, y un sudor frío se escapo por mi frente, era difícil respirar en la densidad del aire que entremezclado con el calor de la noche parecía fuego, un dolor oprimía mi pecho y resecaba mi garganta; mirada templada, los ojos hundidos, las señas de que moría mientras yacía inmutado por el dolor de los recuerdos punzantes que agredían mi piel, esa piel que solo quería sentir una caricia tuya antes del final, antes de sucumbir,
antes de derrotar me frente a la maldita enfermedad de tu abandono,
ante la maldita fiebre que consume mi cuerpo; ante la fiebre de la soledad.