De nuevo transito sobre tu cara,
marcada por alevosas granizadas/
que hurgaron tus calles empedradas,
silentes/ mordiendo la soga dura.
Del verdugo tiempo, que martillo
aprisa las aristas/ desmoronando
tu cuerpo de graniza, cincelando/
desde la cabeza hasta el nudillo.
De vuelta a ti… ciudad luminosa/
donde la bravura impasible del sol,
es una fatal mirada engañosa.
Cual sombra que en silencio devora,
con la bípeda lengua de mármol/
que se clava en tu piel antigua señora.