Sentada, con su bastón, el cuerpo doblado
la cabeza enhiesta,
con todo el orgullo que arrastró en su vida.
Vivió como pudo
con dos mil espadas, como un Quijote
enfrentándose a los Molinos de Viento.
Su alcurnia, sus antepasados, su historia
de clase
no podrían lastimar a sus hijos.
Erró dos mil veces el ataque
pero siempre estoica
y yo, desde lejos en espacio y tiempo
la admiro.
Sus hijos sufrieron las derrotas
pero su descendencia brilla erguida
por una luz quizás muy explicable.
Recuerdo a mi madre,
su cuerpo doblado,
el bastón apoyando su misterio
y su cabeza erguida
llevando como bandera victoriosa
todos sus anhelos.
Aquí estoy ahora, yo también
sentada y dolida
evocando a los seres que amo
y pienso
¡Qué triunfo el de ella!
Le ganó a la vida
a las batallas perdidas
al llanto que no pudo gritar
a las injusticias de su tiempo.
Sus nietos van sembrando infinitos
campos de ilusiones, sin espadas.
Sus nietos son su cabeza erguida.***