Desde la culpa me diluyo
en el rutinario dolor del anochecer,
los pensamientos me consumen
y en mi infierno vuelvo a arder.
El paraíso está tan lejano
como la posibilidad de renacer,
y en este eterno retorno me hallo
de siempre recaer.
La felicidad no es
sino utopía de anhelos,
quimera de ilusión
y ojos vendados,
ausencia de quiebros.
¡Rescátame, oh, esperanza
con tus falacias sabor placebo,
tus engaños infantiles
y tu inocencia ingenua!
¡Muerde mi tristeza hasta morir,
sacia mis noches
y doblega mi llanto,
que no hay mayor espanto
que vivir en ausencia de ti!