Virginia de Albán

BALADA PARA DORMIR AMANDO...

 

 

Se duerme el cielo ciegamente indefenso

y entonces entras tú, pronto de luz,

desabrochando, así, calladamente

la noche sola y muda

sobre mi pecho.

 

Es que me voy tornando

tan inevitablemente nocturna,

que desgastas conmigo y con tu sombra,

el borde interminable de la noche.

 

Sólo soy una estrella astillada en secreto,

casi una llama tuya,

inesperadamente bebida por la penumbra.

 

Hay flamas esperándome en tus manos

y hay lunas incendiadas en mis labios,

y este enloquecido balanceo de astros

en nuestro corazón.

 

Deambulamos, impredecibles ángeles,

por empapadas galerías

de cristal prometido:

como un anillo vacilante

que girara y girara

rompiéndose alrededor de la noche.

 

¡Cómo regala el cielo

su acariciada inmensidad...!

¡Cómo bebes, luna tras luna,

toda la enardecida desnudez de mi noche!

!Ante ti me declaro

insaciablemente vencida!