(I)
¿A dónde vas huido de fortuna...
en pétalos desgajados de quimeras ?,
te me deshaces muy tiernamente...
en perpetuo movimiento acompasado
bendecido de rayo y sementera,
te me incomodas muy lentamente
en tus silencios...
marchito de hiedra
y de altisonante tálamo,
preñado vas
por las tardes de tu llanto
herido de heridas...
y de angustiosa espera.
(II)
Herida va la hiedra de tus ojos...
y de fortuna te alimentas en sus albercas,
soñando vas
con nuevas heridas laceradas de tristeza
entre campanarios compungidos de miserias,
¿Donde está la llama de tus ojos,
sino enterrada muy pobremente
en su pobreza... ?.
(III)
En altisonantes páramos...
de compungida y augusta llama
te deshaces entre silencios
preñados de abandono,
zaheridos de infortunio...
anudados de retama,
se nos vence el sueño...
y de saeta se amortiza,
la tarde se nos hiere...
en sus claveles primorosos,
y entre acordes de silencio
manchados de alborozo...
mi alma así naufraga
vencida de palabras.
(IV)
Como hoja de anacarado lirio
te despeñas herido de fortuna
por el suelo melancólico
de sus altares plenilúnicos,
y vienes a morar
dubitativo y triste...
en las altas simas de la muerte.
¡Quién fuera del viento eterna enredadera
vertida de dardo y de entristecida espera,
para deshacer...
augustas bacanales inconexas,
en la alberca...
deshojada de silencio !.
(V)
En días heterodoxos...
dulcemente azotados de lastre y de inmortal martillo,
las horas de tu rostro de hambre se licitan
y desdeñosas enredaderas
preñadas de alborozo
se destilan tristes entre álamos ignotos,
melancólicamente se diluyen
heridas de silencio...
en las noches
dulcemente abandonadas
de su llanto,
entre entristecidas y espumeantes
llamas maliciosas
vencidas
de inmaterial deseo...
y desnutrido estío.
(VI)
La tarde anudada
de malestar y olvido...
se anuncia breve,
entre las dudas...
existenciales de mi espera,
y en piélagos...
zaheridos por el viento,
te amortiguas...
huido de esperanza,
entre noches...
dulcemente inconexas,
en la paramera...
heterodoxa de los vientos.
(VII)
La voz de su ausencia
acompaña muy lentamente
tu andar cansado y macilento,
adornando de rayo...
tu melancólica llama,
la tarde...
apenas se nos muestra,
extrañamente...
desvencijada,
en la noche inconexa
de sus días.
(VIII)
Me diluyo devorado en melancólica incógnita
por los altozanos acariciados por el hielo
y apenas te oigo...
escucho una voz amada mía,
más poderosa que la muerte... y la inmortal espera
que despeña mi alma en sus heridas,
en los altozanos abandonados y en sus oteros
la noche muere zaherida de rayo y de crepúsculo,
y en los altiplanos heridos de mi alma
un aliento de rosa amarga amortaja mi congoja
devorando la tarde
en su enaltecido orgullo,
en abandonada quimera...
y deslazado éxtasis.
Entre altozanos infinitos
se sublima la dolorosa ausencia
desconsolada del mañana,
mientras se vence
muy melancólicamente
y apenas tenue...
la tibieza temeraria del vacío.
AUTOR: JOSÉ A. PANIAGUA MARTÍNEZ.