SON TUYAS
En mis historias de pequeño, mi primera poesía la escribí encima de un árbol, recuerdo que no sabía que escribir. Me habian mandado una tarea y estando encima de mi árbol preferido escribi. Era un bello árbol , su tronco era grueso y resistente y una de sus ramas se inclinaba sobre el patio de arriba de la casa, en esa rama me acostaba, me sentaba y allí imaginaba.
Preocupado estaba yo, porque no sabía que escribir, ese árbol me inspiró a escribir mi primera poesía.
Esa poesía que escribí fue tan llena de inspiración, que recibí un excelente.
UN RAYITO DE SOL
El sol todo el día brilla
como oro y juega
solo en la noche tiene su descanso.
Él se esconde por detrás de las nubes
y comienza a poner la luna en brillo
con rayos de plata.
La luna comienza a brillar
que parece plata
y da luz como si fuese una estrella a la tierra.
La tierra llena de amargura
ya quemada y triste por el sol
toda la gente llora el pueblo toda la vida.
La gente que tal era la gran sed
se refugiaban a las orillas de los ríos
donde beben con muchas ganas.
Llegaba a la casa cansado, muchas veces con hambre, a veces después de las siete de la noche, tenía clases en la mañana y clases en la tarde, estando cansado ese árbol me ofrecía su fruto y comía, después me daba su regazo para descansar en él. Fui creciendo y de niño me hice joven, y mis problemas los meditaba debajo de ese árbol, en la soledad me ofrecía compañía, en mi edad de los amores, cuando necesité de reconciliar con mi primera novia, ese árbol me dio sus hojas de algunas ramas pequeñas, es como si me dijera “toma las que necesites son tuyas”. Cuando necesité de madera para un trabajo de la escuela, no sabía qué hacer, y preocupado me fui a mi árbol, y recostándome de él, escuché como si me dijera “son tuyas toma la que necesites”.
Emigré y con el viaje, el trabajo y las ocupaciones, nunca más me acordé de ese árbol que conmigo creció, y no me había dado cuenta de lo pendiente que estaba de mí. Me casé, tuve hijos y un día regresé a ver la tierra de mis padres, dieciocho años después, entraba a aquella vieja casa, fui al patio de arriba como si me llamaran, que iba a ver yo allí! Allí estaba aquel viejo árbol con su rama gruesa inclinada sobre el patio de la casa, y recordé los bellos momentos que allí pasé. No me reprochaba nada, solo sentía que me decía “son tuyas toma todo que necesites”